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martes, 10 de junio de 2008

POR LA UNION DE LOS NACIONALREVOLUCIONARIOS

“ LA HORA DE LA UNIDAD ”
Desde Nación y Revolución lanzamos a todos los partidos políticos, asociaciones y colectivos de carácter nacional revolucionario una propuesta, mediante un Documento, para la celebración de un Congreso por la Unidad de los Nacional Revolucionarios.
Nación y Revolución considera esta unidad imprescindible para el desarrollo y triunfo de la Revolución Socialista y Nacional y por ella luchamos. El Documento que hemos elaborado se sometería a debate (mediante la previa presentación de enmiendas) en un Congreso para la Unidad de los Nacional Revolucionarios que esperamos poder celebrar los días 1, 2 y 3 de Agosto de 2.008.
Esta iniciativa tiene un espacio en Internet propio, su dirección es:
http://lahoradelaunidad.blogspot.com/

Para leer y/o descargar el Documento completo
NACIÓN Y REVOLUCIÓNMESA NACIONAL

jueves, 15 de mayo de 2008

CRISIS EN LÍBANO


El futuro del Líbano, así como la mayor parte de su pasado, seguirá siendo una concatenación de conflictos armados de diferente índole, en los que se reflejarán la división interna que padece este país junto a sus contradicciones de naturaleza diferente.
Abordar la problemática que vive el Líbano desde el prisma de sus contradicciones, poniéndolas en relación, a su vez, con el contexto internacional y las contradicciones que se dan en dicho escenario entre los diferentes Estados, provee de una imagen general adecuada para entender en qué sentido caminan los acontecimientos.
Las contradicciones internas del Líbano tienen, al mismo tiempo, un carácter antagónico y no antagónico. Las contradicciones antagónicas se manifiestan en las relaciones existentes entre el actual gobierno libanés, compuesto por la minoría cristiana y sectores pro-occidentales, y las masas populares mayoritariamente chiíes lideradas por Hizbollah.
El antagonismo que se da en las contradicciones internas es fruto de la estructura de relaciones sociales prevaleciente en el Líbano, pues, aún siendo un país cuya mayor parte de la población profesa el Islam chií, es la minoría cristiana quien detenta unas cotas de poder desproporcionadas, mientras los principales grupos políticos chiíes se encuentran en la oposición. Asimismo, a esta circunstancia se ve agravada por la alineación del gobierno libanés con los intereses de Washington y la complacencia de Tel-Aviv.
La práctica monopolización del poder político por la minoría cristiana y pro-occidental, cuyas políticas interiores se orientan a intentar borrar de la vida política a la oposición chií liderada por Hizbollah y seguida por Amal, ha rebasado su punto de no retorno con el reciente decreto emitido por el gobierno con el objetivo de ilegalizar las estructuras de comunicación de Hizbollah, al mismo tiempo que se procedía a destituir al jefe de seguridad del aeropuerto internacional de Beirut, Wafic Chucair, próximo al partido Hizbollah. Esto ha sido considerado por parte de la resistencia islámica chií como una declaración de guerra, lo que ha dado lugar a su reacción armada.
Asimismo, no hay que perder de vista que el propio partido Hizbollah había desarrollado estos últimos días una huelga en protesta por el incremento del coste de la vida, así como por la política económica nefasta que está llevando a cabo el gobierno pro-occidental. A lo que se ha sumado, finalmente, las decisiones gubernamentales por intentar restringir la presencia de Hizbollah, lo que ha provocado como efecto acumulativo el actual choque de violencia que se está registrando en Beirut.
Por tanto, el carácter antagónico de esta contradicción entre gobierno libanés y la oposición chíi liderada por Hizbollah se expresa de dos maneras: por un lado en la monopolización del poder por los cristianos y demás sectores pro-occidentales, dejando a la oposición arrinconada e intentando liquidarla políticamente; y por otra parte el posicionamiento del propio gobierno libanés, el cual se encuentra claramente alineado con Occidente y lleva a cabo políticas favorables a intereses extranjeros.
La facción cristiana promueve una política occidentalizante en el país, y es utilizada indirectamente por EE.UU. e Israel de cara al control político del Líbano y, actualmente, para intentar liquidar la resistencia islámica de Hizbollah. Para hacer posible esto el actual gobierno pretende instrumentalizar a la facción sunní y promover el enfrentamiento con Hizbollah, y en la medida de lo posible intentar implicar al ejército libanés para intentar asestar golpes al Partido de Dios.
Sin embargo, junto a esta contradicción interna de tipo antagónico, se encuentra otra de carácter no antagónico que es la que enfrenta al Líbano como país contra sus enemigos externos, lo cual se manifiesta en los conflictos armados que ha mantenido con Israel, pese a que dicho país haya fomentado siempre la división interna en el Líbano con el objetivo de ganarse el favor de los cristianos y, de este modo, mantener cierto control sobre su flanco noroccidental. Pero a día de hoy la estrategia de Israel está orientada a intentar, desde las propias instituciones libanesas, reprimir y perseguir a Hizbollah para desactivar dicho movimiento hostil hacia el Estado de Israel, lo cual, a día de hoy se ha vuelto algo prácticamente imposible.
La última guerra que mantuvo el Líbano con el ente sionista reflejó, en cierto modo, la unidad de los libaneses frente a la presencia israelí, y que aún hoy se ve patente en las estadísticas que muestran un mayoritario rechazo hacia cualquier pretensión judía por intervenir en el Líbano, unido al hecho de que también la mayor parte de la población ve como legítima la resistencia de Hizbollah contra Israel. Asimismo, la reputación de Hizbollah dentro de la sociedad libanesa es, en general, muy buena, pues durante la última guerra con Israel demostró su capacidad de liderazgo y organización en la defensa del Líbano, algo que el ejército regular libanés no pudo hacer. También es reseñable la red de asistencia social organizada por dicho partido, lo que ha aumentado su respaldo entre la población extendiéndose, incluso, a otras minorías religiosas como los cristianos, contando con una importante agrupación de esta confesión en su seno.
Hizbollah se ha manifestado como un partido capaz de abanderar un proyecto nacional libanés, de agrupar y unir en torno de sí a otras confesiones relegando a un segundo plano las diferencias de tipo religioso para centrar todo su discurso en la resistencia contra Israel.
Hizbollah como organización, constituye un producto de la exportación e internacionalización de la revolución islámica de Irán, fundada en su día por los Guardianes de la Revolución iraníes. Sin embargo, a pesar de tener su origen en Irán, conserva una gran autonomía con respecto a la dirección central radicada en Teherán, desde donde reciben apoyo político, logístico y financiero.
Hizbollah fue concebido, desde el principio, como una organización orientada a la resistencia del pueblo libanés contra las agresiones sionistas y de sus aliados occidentales, por lo que su actividad se ha centrado siempre en repeler los ataques e infiltraciones israelíes en suelo libanés al no haber un ejército capaz de desempeñar esa función. Pero, por otra parte, dicha organización, desde la guerra civil, desempeñó un papel eminentemente revolucionario en el plano político y social, lo que lo ha convertido en estos años en el principal partido de oposición con una potentísima influencia social y capacidad de movilización.
A Israel le preocupa seriamente que un partido político cuyas fuentes ideológicas son la revolución islámica de Irán pueda, llegado el momento, a tomar el control del país de los cedros y llevar a cabo una revolución análoga a la que Irán comenzó a finales de los años 70. Esta preocupación ha originado la estrategia de desestabilización del Líbano durante más de década y media, hasta que el propio ente sionista se ha percatado de que, dado que Hizbollah ha recabado importantísimos apoyos sociales y ha incrementado su capacidad de combate, dicha estrategia ya ha dejado de ser útil y la amenaza chíi es una realidad que debe ser abordada de otra manera. Por este motivo se ha preferido prestar importantísimos apoyos económicos, con desembolsos multimillonarios por parte de EE.UU. e Israel al lobby que ampara al gobierno libanés, y promover un acercamiento a las posiciones occidentales unido a una mayor presión sobre Hizbollah.
Además, a todo esto se suma la actual situación del sur del Líbano, donde se encuentra un importante destacamento multinacional de cascos azules para intentar garantizar la paz en la zona, lo que a Israel le sirve, al menos temporalmente, de colchón de seguridad, aunque es consciente de que el enfrentamiento contra Hizbollah será inevitable y que ello sólo es cuestión de tiempo.
Finalmente, se encuentra la contradicción que a nivel internacional envuelve al Líbano, y que queda patente en el hecho de que dicho país se ha convertido en el escenario de un conflicto en el que chocan las influencias de diferentes países, y más concretamente la de Israel por un lado, y la de Siria por otro. Debido a que Siria no puede hacer frente a Israel en un conflicto abierto, ha tendido a apoyar a Hizbollah política y económicamente con el objetivo de presionar a Israel desde su flanco norte, y a su vez forzar un acuerdo sobre los altos del Golán. Esta contradicción de carácter geopolítico e internacional.
Contradicciones cualitativamente diferentes se resuelven, también, por métodos cualitativamente distintos. El desarrollo de los actuales acontecimientos preparan un nuevo escenario de guerra en el Líbano, pues aunque la postura de Hizbollah y de la oposición chií sea repeler los ataques del gobierno, el cual instrumentaliza a la facción sunní (como hizo en su momento con Fatah-Al Islam recientemente) para reprimir al movimiento islámico, el contexto actual es fruto de una acumulación de diferentes crisis no solventadas a diferentes niveles: en el plano político con la elección de Jefe de Estado, a nivel social con la crisis económica y la pauperización de la población, a nivel religioso con los conflictos internos entre distintas facciones, la existencia de atentados e intervenciones exteriores en la política libanesa, etc. Todo este cúmulo de crisis y circunstancias terminará, más pronto que tarde, dando lugar a un salto de nivel que seguramente se traduzca en un enfrentamiento armado.
Por ahora Hizbollah se limitará a mantener una postura amenazante contra el gobierno pero a la vez comedida. En los planes de dicho partido no entra la conquista del poder político a través de un golpe de Estado, ni tampoco la promoción de una guerra civil libanesa que únicamente beneficiaría a Israel, de ahí que apele a la neutralidad del ejército y únicamente intente garantizar su hegemonía entre los musulmanes libaneses erradicando a la oposición sunní, así como mantener su presencia política y social en el Líbano. La reacción lógica en todo esto es un ataque a los medios progubernamentales y sus principales aliados políticos y sociales.
En cualquier caso, la preparación de Hizbollah y su elevado potencial político y armado hacen de esta agrupación una grave amenaza para los intereses del gobierno y del ente sionista. La guerra llegará, eso tan sólo es el comienzo de algo mucho más grande que está por venir.